EL DESIGNIO

Written by on diciembre 19, 2022

«¡Eres un zángano!» le gritó el destino. Y no hay manera de rebelarse ante tal designio de la naturaleza, ahora lo sé, y lo más valiente que se puede hacer es asumirlo para que el ciclo de vida siga su curso.

La princesa lo miró desde lejos y supo de inmediato que con él quería vivir su primer “vuelo nupcial”; él también sabía que ese era su sino. Su vida se resumía a aquel momento. No servía para nada más. Era eso o morir de frío y hambre si se negaba, pues la comunidad entera lo correría de la colonia. Sentí un poco de pena por él.

El viento hizo lo suyo y los invitó a bailar en una danza milenaria. Calor. Miradas. Tacto. Atracción. Destino. Copulación.

Cayeron al piso unidos por la ventolina y todas las piezas se movían por inercia.

El zángano murió, así tenía que ser. La ahora reina, dejó caer desde sus adentros el fruto de ese encuentro en el pasto húmedo. Esa reina tendría más princesas y más zánganos que bailarán eternamente una danza que nadie les enseñó.

Un zángano de hormiga pudo observar todo desde lejos mientras dejó de trabajar por un segundo, por primera y única vez en su vida se detuvo en plena fila y con una morona de pan en sus patas miró al cielo y pensó “por lo menos él puede volar”. Lo que para algunos es una cruel desventura, para otros puede ser un gran anhelo. Después, interrumpiendo su corto y profundo pensamiento, su compañero de atrás lo empujó para que la perfecta organización de la actividad en curso fuera exitosa. Ese zángano jamás volvió a mirar al cielo.

Me siento afortunada porque me tocó ser testiga del ritual de apareamiento de las abejas.


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