EL EXPERIMENTO RUSO DEL SUEÑO ¿REALIDAD O FICCIÓN?
Written by Karime Villaseñor on julio 6, 2020
¿Qué sucedería en tu cuerpo si pasaras 15 días despierto? La afamada historia del Experimento Ruso del sueño, nos pone a pensar en que le sucedería a nuestra salud física y mental si se privara a nuestro cuerpo de disfrutar de una deliciosa siesta.
Primero comenzaré contándote en que consistió el llamado Experimento Ruso del sueño.
Todo comenzó en Rusia donde un grupo de investigadores podrían haber llevado a cabo un oscuro experimento en nombre de la ciencia a finales de los años 40. Un nuevo gas experimental había sido creado, que prometía erradicar la necesidad de dormir de los seres humanos. Para ello, necesitaban probarlo. Los investigadores mantuvieron a cinco personas despiertas durante 15 días utilizando un gas de base estimulante, con base experimental. Estas personas eran prisioneros políticos que habían sido condenados por el delito de traición al Estado Ruso.
Los individuos fueron escondidos en un habitáculo sellado, desde donde los investigadores pudieron monitorizar sus efectos. Los sujetos convivían en pequeñas habitaciones llenas de libros, somieres sin ropa de cama, agua corriente, un váter y comida ahumada como para sobrevivir un mes. Micrófonos repartidos por la estancia recogieron los escalofriantes resultados.
Los sujetos del experimento estuvieron bien los cinco primeros días. Quizá fuese porque los investigadores habían prometido a los prisioneros que serían liberados tras el experimento y si conseguían estar sin dormir durante 30 días. Los individuos hablaban entre ellos, y sus conversaciones fueron triviales durante los primeros días. A partir del quinto día, sin embargo, sus temas se volvieron más oscuros y comenzaron las primeras quejas, demostrando incluso paranoia. A partir de entonces los sujetos comenzaron a mostrarse sospechosos unos de otros, a no hablar entre ellos y a actuar de manera muy extraña –incluso contando los delitos y detalles personales de los otros individuos, como si fuese una manera de congraciarse con sus captores. Al principio, los investigadores consideraron que el comportamiento de los sujetos era resultado del gas experimental.
Tras casi diez días, uno de los sujetos comenzó a gritar y lo hizo durante casi tres horas. De repente, se hizo el silencio y solo se escucharon sonidos guturales. Los investigadores comprobaron entonces, aterrorizados, que el sujeto se había arrancado las cuerdas vocales él mismo. Lo más sorprendente de este hecho es que ninguno de los otros pareció inmutarse. Es más, continuaron con sus paranoias personales hasta que un segundo sujeto comenzó a gritar. Gritó y gritó, mientras los otros sujetos comenzaron a defecar en los libros y a arrancar sus páginas para colocarlas en las paredes. De repente, los gritos cesaron, y los susurros paranoicos de los otros, también.
Tres días después, al no escuchar nada, los investigadores decidieron chequear los micrófonos, para provocar una respuesta. Nada. Dos semanas después del comienzo del experimento, decidieron hacer algo que habían dicho que no harían: anunciaron por los micrófonos que iban a abrir la estancia. Amenazaron con dispararles si intentaban algo, y prometieron liberar a uno de ellos si cumplían las órdenes. Para su sorpresa, oyeron una respuesta calmada. “Ya no queremos ser liberados”.
El decimoquinto día, decidieron abrir la puerta, y un grupo de soldados entró en el habitáculo. Lo que se encontraron los dejó atónitos: los sujetos gritaban desesperados, y solo cuatro de ellos seguían con vida. La comida no se había probado y los soldados comprobaron aterrorizados que los sujetos tenían grandes cantidades de músculo y piel arrancadas de su cuerpo. Habían sido extraídas con sus propias manos, sin cortes ni uso de dientes. Se habían arrancado los órganos de la parte inferior de su cuerpo y los investigadores pronto se dieron cuenta de que los sujetos se habían comido su propio tejido muscular.
Al intentar sacarlos de la habitación, los sujetos se negaron y violentamente demandaron la reimplantación del gas experimental. Atacaron y mataron a varios soldados, y en esa lucha otro de los sujetos del experimento sufrió graves heridas. Fue intervenido por médicos. Intentaron sedarle, pero incluso con una dosis de morfina 10 veces más alta de lo normal, no fue posible. El sujeto seguía gritando desesperado, llegando incluso a lesionar gravemente al médico que lo atendía. Gritaba “¡MÁS!”, hasta el punto que se desangró y murió.
Los otros tres sujetos fueron trasladados a instalaciones médicas. Dos de ellos, que todavía conservaban las cuerdas vocales, seguían demandando el gas. Querían mantenerse despiertos a toda costa. Las enfermeras, aterradas, comentaron que los sujetos esbozaban siniestras sonrisas cada vez que sus miradas se encontraban con las de ellos.
Uno de ellos, mientras era sometido a cirugía para reimplantar sus órganos, intentó comunicarse con el cirujano. No habían administrado anestesia, y él gritaba desesperado. La frase era simple y clara: “Sigue cortando”. Los otros dos, en cirugía, hicieron imposible el proceso de operarlos, ya que se reían escandalosamente sin poder parar.
Paralizados, solo pedían el gas. Los investigadores les preguntaron por qué se habían herido y arrancado los órganos de su cuerpo, además de por qué pedían tanto el gas. Una respuesta se oyó, clara.
“Debo mantenerme despierto”
Los tres supervivientes fueron devueltos al habitáculo. Al haber fracasado en el experimento, los investigadores se preguntaron qué hacer con ellos. Un oficial ex KGB sugirió comprobar qué sucedería si se les volvía a administrar el gas experimental. Así, los sujetos volvieron a recibirlo, y rápidamente se calmaron. Para sorpresa de los investigadores, sus cerebros parecían ‘morir’ y ‘revivir’ cada cierto tiempo. Uno de ellos se tumbó en una de las camas, reposó su cabeza en la almohada y cerró los ojos. El sujeto murió al instante.
Tres investigadores se metieron en el habitáculo. Uno de ellos fue abatido por un disparo y murió. Otro de los investigadores les hizo una pregunta a los sujetos: “¿Qué son? ¡Debo saberlo!” El sujeto sonreía de manera escalofriante, y le respondió:
“¿Tan pronto te has olvidado? SOMOS USTEDES. Somos la locura que circula. Sus cuerpos, rogando ser liberada de su mente más profunda y animal. Somos de lo que escondes cuando se meten en la cama cada noche. Somos lo que callas y lo que paraliza cuando se sumen en la profundidad de la noche.”
El investigador se quedó petrificado, pero acertó a disparar al sujeto directamente en el corazón. Él, agonizando, solo dijo una frase: “CASI… LIBRE”.
Te recomendamos escuchar: La Parálisis del sueño https://exsensradio.com/podcast/chattiamo-11/
¿REALIDAD O FICCIÓN? ¿ES POSIBLE MORIR DE INSOMNIO?
Si te gustó la historia lamento romperte el corazón y decirte que la historia del Experimento Ruso del sueño, no es más que una muy gustada y famosa creepy pasta.
La ciencia ha demostrado a lo largo de los años que es casi imposible morir de insomnio, ya que nuestro propio cuerpo genera que el cerebro descanse de forma automática cuando siente que ya no puede más, sucede un fenómeno parecido a quedarse dormido con los ojos abiertos. Sin embargo está demostrado que , tras un periodo de 17 a 19 horas sin dormir, el rendimiento de las personas es equivalente al que correspondería a un índice de alcoholemia de 0.05% (nivel de alcohol en la sangre superior al considerado legal para conducir en muchos países)
Existen trastornos que pueden causar la ausencia de sueño, estos pueden traer a ciertas horas del insomnio alucinaciones auditivas o visuales, más no la muerte.
Un fenómeno parecido sucede en la enfermedad rara llamada insomnio mortal o letal, una enfermedad en la que con frecuencia el paciente muere tras estar de seis hasta treinta meses sin dormir. Posiblemente, el nombre de este «insomnio mortal» no resulta muy acertado, puesto que la fallecimiento del afectado resulta de un fallo multiorgánico, no de la privación del sueño.
Otra clara respuesta a esta pregunta nos la otorga el ganador de record Guinness Randy Gardner, un joven estadounidense que, en 1964, se quedó despierto durante 264.4 horas seguidas (11 días) con el fin de romper un récord. Su “hazaña” se documentó científicamente por investigadores del sueño de la Universidad de Stanford (EUA).
Tras 24 horas sin dormir, Randy parecía encontrarse bien, pero sus reflejos eran más lentos y se movía como intoxicado.
A los tres días de insomnio, Gardner se volvió irritable. Al día cinco experimentó alucinaciones hipnagógicas (las que confunden el sueño con la realidad) y pensó que las señales de tráfico eran personas. También se convenció de que era un futbolista famoso. Durante los días siete y ocho perdió cierta capacidad de hablar y sufrió cefaleas y pérdida de memoria. El día nueve recibió la visita de William Dement, profesor de la Universidad de Stanford y especialista del sueño, quien pidió permiso para estudiar la evolución del insomne.
Las habilidades cognitivas y sensoriales de Gardner ya estaban muy afectadas. Uno de los amigos del joven, Bruce McAllister, relata que Randy se quejaba de un olor inexistente.
Posteriormente a romper el récord le bastaron aproximadamente 16 horas de sueño para recuperarse por completo. Actualmente no es posible romper la marca, ya que al estar en juego la salud este tipo de récords han quedado prohibidos.
Imágenes tomadas de la red.
Reader's opinions
Leave a Reply
You must be logged into post a comment.
MARIA FERNANDA On julio 8, 2020 at 3:26 am
WOW. ESTA DE LOCOS ESE CREEPY PASTA. EXCELENTE!!!! SALUDOS DESDE COLOMBIA 🙂
Pingback: